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Buscando el equilibrio

El coste de una estrategia climática ineficiente

Shutterstock

El análisis coste-beneficio permite afinar y definir prioridades en materia medioambiental. ...

Entre 1960 y 2020, las temperaturas globales han crecido en 0,6-0,8 grados centígrados. Esta evolución ha animado el debate sobre el cambio climático y sus posibles consecuencias de largo plazo. Lamentablemente, en vez de plantear una reflexión responsable y serena, capaz de desarrollar estrategias de adaptación que no estrangulen nuestro bienestar socioeconómico, los planteamientos predominantes insisten en desarrollar una visión apocalíptica que ignora la evidencia disponible y propone soluciones costosas e ineficientes.

Empecemos repasando los datos disponibles. En 2018, la producción económica de los países de la Unión Europea alcanzó una cuota del 16% sobre el PIB global. Por comparación, los 3.500 millones de toneladas de CO2 emitidos por la UE suponen algo menos del 9% del total registrado a nivel mundial. El Viejo Continente, pues, ha logrado consolidar un elevado nivel de eficiencia energética: su contribución al PIB global es siete puntos mayor que su peso sobre el total de emisiones de CO2. 

Vale la pena subrayar que, con el paso de los años, el peso de la UE sobre las emisiones globales de CO2 ha descrito una clara tendencia descendente. Entre 1950 y 1965 se registraron porcentajes comprendidos entre el 20% y el 25%, pero desde entonces se observa una tendencia decreciente. Desde 2010, la cuota europea del total de emisiones de CO2 en el mundo se sitúa por debajo del 10%.

De igual manera, si evaluamos el total de emisiones de CO2 generadas en la UE-27, podemos ver que este indicador creció de forma ininterrumpida desde 1945 hasta 1980. Sin embargo, en los últimos cuarenta años se observa un acusado descenso. Así, la última cifra disponible es un 25% más baja que la de 1980 y, de hecho, supone el nivel más bajo desde comienzos de los años 70.

Además, las continuas mejoras en materia de eficiencia han hecho que las emisiones de dióxido de carbono por habitante hayan caído un 25% en la Unión Europea desde 1990. La descarbonización no es una hipótesis optimista, sino que es una realidad observable en los datos de las tres últimas décadas.

¿Y qué hay de la capacidad de conservación? Según la Universidad de Yale, los países que mejor preservan su medio ambiente están en Europa. Así, los diez primeros puestos de su índice, que incorpora decenas de indicadores como la protección de los bosques o la calidad del aire, aparecen copados por naciones del Viejo Continente: Dinamarca, Luxemburgo, Suiza, Reino Unido, Francia, Austria, Finlandia, Suecia, Noruega y Alemania. De hecho, en el top veinte también entran Países Bajos, España, Bélgica, Irlanda, Islandia y Eslovenia.

Parece evidente, por lo tanto, que la UE-27 está avanzando en la dirección correcta y, en consecuencia, no parece sensato plantear objetivos climáticos mucho más estrictos, como ha hecho recientemente la Comisión Europea. No hay que olvidar que, el pasado mes de septiembre, Bruselas puso encima de la mesa una nueva Ley Climática que eleva las metas de emisiones para 2030 en un 60%.

Evidentemente, plantear este tipo de objetivos es poco aconsejable por diversos motivos:

- En primer lugar, es preciso huir de objetivos generales y adaptarlos a la realidad socioeconómica de cada país.

- En segundo lugar, hay que contar con la opinión de las industrias más afectadas por el súbito endurecimiento de las metas planteadas para la próxima década.

- En tercer lugar, el debate debe empezar a incorporar la aprobación de políticas de oferta que permitan ahorros fiscales o regulatorios equivalentes al sobrecoste generado por estos objetivos.

- En cuarto lugar, la evolución de las metas climáticas europeas debe estar ligada al progreso en China y otras economías internacionales que contribuyen de forma mucho más notable a la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero.

El experto danés Bjorn Lomborg, especializado en diseñar políticas medioambientales y de desarrollo económico desde un análisis coste-beneficio, ha planteado propuestas similares, recordando que las estimaciones más pesimistas sobre la evolución de las temperaturas globales apuntan que la caída de PIB resultante de asumir tal escenario sería relativamente moderada. Así, de darse estos supuestos, la tendencia de crecimiento del PIB mundial bajaría del 2% al 1,9%, de modo que el impacto económico del cambio climático estaría siendo exagerado de forma notable.

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