Su impacto económico en las economías de España, Francia y Portugal es de los más elevados del sector cultural, pero la pandemia ha reducido un 90% su actividad. ...
Aunque las tradiciones taurinas se desarrollan en apenas tres países del Sur de Europa, su acervo en dichas jurisdicciones es tal que hablamos de una industria cultural muy fuerte, capaz de inyectar anualmente más de 5.000 millones de euros en las economías de España, Francia y Portugal.
En 2020, la actividad taurina se vio severamente afectada por la pandemia del covid-19. Como ha explicado La Economía del Toro, los ingresos por taquilla suponen alrededor de 80% de los ingresos que soportan la producción de estos espectáculos, de modo que la imposibilidad de llenar los aforos ha tenido un impacto directo en la viabilidad de los festejos.
Además, puesto que parte importante de las plazas que acogen estos eventos son de titularidad pública y operan con contratos de arrendamiento sujetos a condiciones específicas de explotación, las empresas gestoras han constatado que no es posible recuperar la actividad respetando los acuerdos pactados, de modo que han preferido suspender la concesión hasta que la situación mejore.
El efecto directo de este cúmulo de adversidades es que el sector taurino ha tocado fondo en 2020, registrando en torno a 160 festejos mayores y de promoción, muy por debajo de los 1.500 eventos que suelen celebrarse en un año normal. Estas cifras serían aún más bajas de no ser por la presencia de las cámaras de televisión, ya que los ingresos por derechos de imagen han hecho posible la celebración de dos tercios de los festejos programados.
La grave crisis de las corridas de toros ha hecho que el campo bravo sufra un duro golpe. Se estima que en torno a 10.000 animales han sido sacrificados, debido a la imposibilidad de lidiarlos con edad en las plazas españolas, francesas y portuguesas. Las pérdidas superan los 100 millones de euros y las líneas de ayudas anunciadas por las Administraciones Públicas ni siquiera cubren el 10% de esta cantidad.
Algunos ganaderos como Álvaro Núñez reconocen que la crisis se llevará por delante a muchas explotaciones. “Una ganadería grande tiene en torno a 300.000 euros de costes fijos. Creo que el modelo de costes de las grandes ganaderías se ha visto arrasado. Yo, por ejemplo, he hecho las maletas y estoy en Portugal porque los costes son más asequibles, por ejemplo la tierra y la alimentación son más manejables aquí. Espero lidiar al menos una corrida de toros en 2021 y seis en 2022, pero yo venía de hacer más de veinte festejos al año”, apuntó en una entrevista con CMM Radio.
Para el sector taurino, el año en blanco tiene consecuencias directas en términos de promoción y captación de clientes. Si introducimos términos clave como “tauromaquia”, “toros” o “corridas de toros” en la herramienta Google Trends, podemos ver que la popularidad de estas búsquedas se ha desplomado. Esa desconexión podría superarse si la actividad taurina se reanuda lo antes posible, pero de momento no hay noticias esperanzadoras.
En España, por ejemplo, estaba previsto que la temporada arrancase con cierta normalidad en plazas como Valencia, Castellón o Sevilla, cuyas ferias inyectan en las economías locales un total de 15, 5 y 25 millones de euros, respectivamente. Sin embargo, los tres ciclos han anunciado que retrasarán sus fechas en el calendario: Valencia pasa a julio sus corridas de toros, Castellón se plantea celebrar La Magdalena a finales de junio y Sevilla programará espectáculos a finales de abril o comienzos de mayo. Pero no hablamos, en cualquier caso, de ciclos largos como antaño, sino de “mini-ferias” con un formato reducido que implica menos impacto económico en la ciudad, menos facturación para el sector y más problemas para buscar el equilibrio en el campo.
Tampoco se puede decir que las Administraciones Públicas lo estén poniendo fácil. En Madrid o Murcia no se han dado festejos taurinos desde hace más de un año y en Castilla y León, Navarra o País Vasco se mantienen normas sanitarias que hacen inviables tales espectáculos. Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura sí plantearon reglas más flexibles en 2020, permitiendo que se cubriese la mitad de las localidades, aunque Andalucía acabó replegando sus facilidades ante las críticas de ciertos sectores, a pesar de que no llegó a darse ningún contagio en los festejos celebrados al 50% de aforo.
¿Qué hay de Francia y Portugal? En el país galo se han anunciado medidas similares, con retrasos en el calendario que pretenden hacer más viable la celebración de los espectáculos, al calor de la vacunación y de escenarios epidemiológicos más adversos. Portugal lo tiene complicado en el primer cuatrimestre, porque está sufriendo niveles de mortalidad superiores a los de la primera ola, aunque el sector luso ha demostrado tener más flexibilidad que el español y parece dispuesto a programar festejos en cuanto sea posible.
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