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En plena pandemia

España, único socio europeo que sube impuestos tras la pandemia

Moncloa

La reacción del gobierno de Pedro Sánchez sigue siendo equivocada: dispara la presión fiscal en contra de lo que hacen los demás gobiernos europeos y de espaldas a la teoría económica. ...

El gobierno de Pedro Sánchez vuelve a convertir a España en el enfermo de Europa. Al contrario de lo que están haciendo los demás países miembros de la UE, España ha optado por combatir la profunda crisis sanitaria y económica que ha provocado la pandemia del coronavirus con una batería de subidas impositivas que solo va a agravar el problema de producción y empleo que tiene el país ibérico.

Como recalcó en su momento un informe de la consultora Freemarket CI, el enfoque teórico de la estrategia tributaria diseñada y ejecutada por el Ejecutivo “sólo es explicable si se sustenta en tres falacias de la vulgata keynesiana: primera, la oferta de trabajo es fija, una cantidad dada; segunda, el consumo de los hogares depende solamente de la renta disponible; tercera, la inversión obedece más a las ventas y a la utilización de la capacidad productiva que a su rentabilidad. Dentro de este marco intelectual, existe una relación mecánica de causalidad entre subir los impuestos y aumentar la recaudación. El problema es que esto significa asumir que la gente no reacciona ante la introducción de modificaciones en la carga tributaria que soporta”.

Esa forma de entender el funcionamiento de la economía olvida un principio fundamental: como señala el documento de la consultora, “los individuos y las empresas responden a incentivos y a expectativas, entre ellos/as a la tasa de retorno de sus decisiones de trabajo, de ahorro y de inversión. Si los cambios en la tributación afectan de manera nociva a esas variables, más impuestos no se traducrán en mayores ingresos para las arcas estatales. Al contrario pueden disminuirlos por su impacto depresivo sobre la oferta y sobre la demanda agregada. Esta tesis tiene un sólido fundamento microeconómico y permite entender e interpretar como se comportan los agentes económicos ante las modificaciones del sistema tributario”.

El documento de la entidad que preside Lorenzo Bernaldo recuerda que, “como nos enseña la moderna teoría del consumidor, basada en una larga tradición desde Irving Fisher a Robert H. Hall pasando por Franco Modigliani y Milton Friedman, las decisiones de consumo de las familias dependen del valor descontado presente de los flujos de ingresos que esperan percibir en el futuro, esto es, de lo que se denomina su renta permanente. En este contexto, un ascenso de la fiscalidad destinada a perdurar recorta éstay, con ella, el gasto de los consumidores. En el caso español, la persistencia de una mayor carga tributaria tiene muchas posibilidades de consolidarse porque el Ministerio de Hacienda no ha reformado/recortado los programas estructurales de gasto público, cuyo crecimiento es exponencial. En esta tesitura, la respuesta de las familias a la elevación de su factura tributaria y al descenso de su renta permanente es disminuir su consumo”.

“Si esta es la reacción de los hogares en un “escenario normal”, el impacto contractivo de las alzas impositivas tiene mucha mayor potencia en uno “anormal”, como lo es la fase recesiva protagonizada por la economía española. El descenso de la renta permanente originado por el incremento de la fiscalidad se superpone a una situación en la que las familias están inmersas en una dinámica de desapalancamiento destinada a recortar sus deudas, experimentan una sensible reducción de su riqueza financiera e inmobiliaria, carecen de acceso al crédito y su renta disponible se ha visto erosionada tanto por la moderación de los salarios como por el aumento del desempleo”, explica el informe.

De hecho, “incluso si se acepta la hipótesis keynesiana según la cual el gasto privado responde sólo o principalmente a la evolución de la renta disponible, el caso a favor de subir la fiscalidad es rechazable. En un escenario de restricción crediticia, el efecto depresivo sobre la demanda agregada de un aumento de la tributación es demoledor porque las familias tienen vedado su acceso al mercado de fondos prestables y, de este modo, no pueden mantener y/o elevar sus niveles de gasto. Por tanto, éste depende sólo de la renta presente, aminorada por la subida de los impuestos, lo que les lleva a consumir menos. Este argumento se ve potenciado por la fuerte caída del ahorro de los hogares”.

Si, además, “las alzas de la fiscalidad se producen en un entorno de contracción del crédito, las consecuencias depresivas de la subida de ese impuesto se acentúan. En este caso, el problema no es ya la disminución de la tasa de retorno de la inversión, el encarecimiento del coste del capital ni la disminución de la posibilidad de autofinanciar nuevos proyectos, sino la supervivencia y viabilidad de las propias empresas”. Finalmente, “en una economía globalizada, la elevación de la imposición societaria debilita la capacidad de captar flujos inversores procedentes del exterior, sobre todo, de Inversión Extranjera Directa. En esta misma línea, los incrementos impositivos sobre las ganancias de capital, las célebres plusvalías, son un instrumento estéril para aumentar la recaudación y producen resultados distintos y opuestos a los esperados. Por un lado, la existencia de libre circulación de capitales permite desplazar éstos hacia aquellos lugares que les ofrecen un mejor tratamiento tributario, lo que se traduce en una pérdida de los ingresos procedente de ese tributo para los estados con una fiscalidad más agresiva; por otro, como las plusvalías sólo tributan cuando se vende el activo u activos que las generan, el incremento de los tipos que las gravan conduce a posponer su enajenación, lo que provoca también una caída de la recaudación proveniente de esa figura tributaria. Por añadidura, esa iniciativa eleva los costes de transacción y, de este modo, desincentiva el desarrollo de operaciones que producirían una asignación más eficiente de los recursos. La realización de las ganancias de capital, así como la decisión de dónde se ubica aquel muestran una extraordinaria sensibilidad al tipo impositivo que se les aplique”.

Por todas estas razones, “la mayoría de los países industrializados redujeron la fiscalidad directa a lo largo de las últimas tres décadas y no la han incrementado cuando, a raíz de la crisis, se han visto obligados a poner en marcha planes de estabilización destinados a reconducir sus déficit y sus deudas hacia la una senda sostenible. España ha elegido el camino opuesto y las consecuencias están a la vista e. Por eso, la puesta en marcha de una reforma del sistema tributario español es una condición necesaria para salir de la recesión en el corto plazo y para sentar las bases de una economía competitiva con tasas altas de crecimiento en el medio y en el largo plazo”.

En el cuadro que se recoge a continuación, Freemarket CI refleja los efectos perniciosos que las subidas de impuestos ocasionan en el crecimiento de la economía, a partir de una serie de estudios elaborados por autores de gran prestigio, que evalúan la incidencia de la fiscalidad en distintos periodos y cubren un gran abanico de países. “En lo que coinciden todos estos expertos es en la conclusión de que las subidas de impuestos tienen una correlación negativa con el crecimiento del PIB y por tanto los procesos de consolidación fiscal que descansan prioritariamente en un incremento de los ingresos no son exitosos”, apunta el informe

Por último, “la manida tesis en virtud de la cual la pérdida de ingresos para las arcas públicas tiene una de sus causas principales en la existencia de un abultado fraude fiscal supone confundir la causa de ese problema con sus efectos. Sin duda alguna siempre existirá en cualquier sociedad un porcentaje de contribuyentes dispuesto a evadir el cumplimiento de sus obligaciones tributarias, como también habrá siempre un número de individuos propenso a realizar otras actividades delictivas. Ahora bien, la literatura económica y la evidencia empírica disponibles muestran la existencia de una estrecha correlación entre el marco tributario imperante en una economía y su volumen de fraude/economía sumergida. En la práctica, cuánto más altos son los impuestos, mayor es la propensión de los individuos y de las empresas a defraudar, lo que se agudiza en un escenario recesivo. Además, el aumento del número de evasores crea una potente externalidad negativa, ya que su incremento eleva el coste de los recursos necesarios para perseguir y castigar la evasión fiscal. Por ello, la reducción de los impuestos disminuye los incentivos de las personas físicas y jurídicas a evadir, lo que eleva la recaudación fiscal”.

En esta línea, “en el gráfico siguiente se muestra la presión fiscal de los 27 países de la Unión Europea y se compara con el fraude directamente imputable a los impuestos. La correlación es positiva y el resultado de la ecuación establece un coeficiente de correlación del 45 por 100. Esto significa que aproximadamente la mitad del fraude y de la economía sumergida existente en España es directamente imputable a impuestos, esto es, se explica por la carga impositiva soportada por los individuos y las empresas”.