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El amor

¿Está la civilización occidental condenada a desaparecer?

Ángel Vivas | nuevarevista.net

El amor es la base de nuestra civilización occidental, la fuerza más poderosa del mundo...

En Europa hemos sido criados bajo la incansable supervisión de la fuerza más poderosa del universo, el amor. El amor nos ha protegido y ayudado en los peores momentos a los que nuestra civilización occidental ha tenido que enfrentarse. El amor siempre ha estado ahí, sin embargo, en las últimas décadas algo ha estado ocurriendo en nuestra civilización occidental cristiana; el amor está siendo remplazado por otra fuerza que está llevando a nuestra civilización al borde del abismo. 

Estamos viendo como en todos los países de la Unión Europea una ola de buenismo intenta ser el nuevo amor. Un buenismo creado por una ideología que ya conocíamos y que hemos derrotado en su antigua forma, pero que como todo mal, siempre vuelve. Ese buenismo intenta convencernos de que el amor es un concepto arcaico, algo cargado de religión, patriarcado y control del hombre blanco al resto de la humanidad. 

Del mismo modo que esa ideología ha avanzado en otros campos que ya hemos tratado en este medio (como el ecologismo, la energía, la inmigración…), el buenismo es un pilar más de ese mal para hacerse con el control de una civilización que ha cambiado el trascurso de la humanidad, una civilización cristiana basada en una palabra; el amor. Una civilización que ha acabado uno a uno con los males inherentes al ser humano como la pobreza, la esclavitud o la tiranía, en definitiva, la falta de valor por la vida humana. 

Sobre ese amor debemos hablar, un amor que fundó la Unión Europea y que siempre ha estado en los fundamentos de todas las naciones que han conformado nuestra civilización. 

España no podía ser menos. El amor ha sido hasta hace muy poco el motor de todas nuestras hazañas: amor por la patria, amor por la familia y amor por el compañero de viaje. Ese amor ha movilizado la expansión de nuestras ideas, la compasión hacia los que menos tienen, el buscar mejorar para que todos mejoremos y, sobre todo, el amor por un futuro mejor. 

No obstante, el motor de nuestra civilización no es sólo el amor incondicional por nuestra patria o vecinos, por el entorno, o por los valores comunes, el verdadero motor, el pequeño pero necesario, es el amor de la familia, ese amor que crea vida, la mantiene y la protege. Ese amor es el verdadero pilar de nuestra civilización. 

Todos los días nos levantamos con la intención de encontrar ese amor, nuestra vida gira en torno a eso y, cuando lo encontramos, sólo podemos pensar en cuidarlo y protegerlo. El amor está profundamente ligado al concepto de pertenencia, ese amor que nos mueve a proteger nuestra familia también nos mueve a tener un cariño especial por lo que nos rodea y a lo que nos sentimos ligados. 

El amor es la protección de nuestro entorno, la defensa de nuestro sistema político, nuestras libertades y derechos, nuestros vecinos y compatriotas y, si llegase el momento, el amor sería lo que uniría a una Unión Europea que hace décadas que olvidó al amor como motor de cambio. 

No podemos pertenecer a aquello que no amamos. El ser humano por amor convierte los sacrificios en acciones voluntarias; convierte las diferencias en uniones y las discusiones en conversaciones. Sin amor, esas acciones voluntarias como son las diferencias y discusiones se convierten en guerras. La Unión Europea debería ser consciente de lo que ocurrió hace unos años durante el referéndum del Brexit y debería aprender que sólo el amor y no la imposición y el odio podrán mantener unida a una familia, una comunidad, un país o una unión de países.

El amor es la fuerza más poderosa del mundo.