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Inmigración: ¿oportunidad o amenaza?

España, como único país europeo con fronteras terrestres con África y nexo común con Latinoamérica, es una de las principales puertas de entrada en Europa de la inmigración, pero ¿es la inmigración beneficiosa para un país?...

La historia nos ha enseñado que sí. Los países que más avanzan lo hacen gracias al esfuerzo y perseverancia laboral de sus habitantes, y este es el principal estímulo de aquellos que abandonan su país de origen en busca de nuevas oportunidades. Ahora bien, la legalidad adquiere un papel relevante cuando hablamos de migración, derivado en parte por la gran presión migratoria ilegal a la que los países se están sometiendo en la actualidad.

La llegada masiva de migrantes trae consigo ciertos estigmas sociales como la destrucción de empleo de los habitantes autóctonos o la reducción de sus ayudas sociales. Sin embargo, contrariamente al pensamiento general, la inmigración no destruye empleos, sino que ayuda a su creación. 

Tradicionalmente la inmigración ha involucrado a personas provenientes de una clase media en su país con inquietudes por mejorar su calidad de vida, lo cual no ha supuesto nunca ningún problema para el desarrollo social de Europa durante las últimas décadas. Los trabajos a los que opta la población inmigrante son aquellos que suelen formar un vacío en el mercado laboral, es decir, puestos a los que los autóctonos no desean acceder. Además, los inmigrantes pueden contar con experiencia o capacidades faltantes en el mercado laboral del país de destino y ayudar a aliviar el envejecimiento poblacional.  ¿Qué ha cambiado?

El debate sobre la presión migratoria ilegal se vive a pie de calle. Los vecinos de determinados barrios ven alterada su manera de vivir y sus costumbres por lo que tienen que cambiar sus hábitos para ajustarse a nuevos cambios sociales, empezando a ver la situación como un problema a la vez que no se sienten arropados por el sistema jurídico de su país. Es en este punto donde los ciudadanos europeos comienzan a considerar la inmigración negativa de manera global, sin replantearse su papel en la sociedad. 

Esta reacción de rechazo comienza a darse también entre los propios inmigrantes ya integrados en la sociedad, quienes son los primeros en notar las desigualdades causadas por las políticas migratorias, donde los que entran de manera ilegal se equiparan a los que cumplen las normas. Ejemplo de ello es EE. UU., país tradicionalmente abierto a la inmigración. Desgraciadamente esto también ocurre en España y en el resto de Europa, donde se está viendo como la inmigración se está asociando a la ilegalidad, al crimen y a la violencia cuyos responsables únicos son los gobiernos que no aplican sus propias políticas o leyes migratorias. 

Debemos realizar un esfuerzo por devolver el honor a los inmigrantes que a lo largo de la historia han ayudado a mejorar la vida de nuestro país y, para ello, es necesario ser firmes contra aquellos que no respetan las leyes e intentan entrar en un país de manera ilegal, privando de sus derechos o desplazando a aquellos que tanto han luchado por sus derechos.

La inmigración es esencial para el desarrollo económico y social de cualquier país, pero la legalidad y el cumplimiento de la ley son imprescindibles para crear un clima social de integración efectiva, además de un sentimiento de justicia e igualdad.

Es preciso actualizar las políticas migratorias. Europa debe abrir sus puertas, pero a la vez endurecer las condiciones para permanecer en ella. Conviene incentivar las peticiones de visados y para ello es inevitable endurecer las penas para quien no acate la ley.

La creación de una base de datos de aquellas personas que intentan entrar de manera ilegal, así como devolverlas a su origen y prohibirles la solicitud del visado durante un tiempo como penalización, sería una posible medida para contener y solucionar el problema migratorio. La cohesión social y la integración de la inmigración en España y Europa pasa por un total entendimiento de las normas, basadas en derechos, deberes y responsabilidades.

La lucha de todos debe procurar unas fronteras infranqueables con unas puertas abiertas donde todo el mundo pueda tener la oportunidad de entrar y convivir, respetando y siendo respetado.

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