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Importantes cambios

La traición de Cs acaba en su hundimiento: terremoto en el centro-derecha español

Cs

Los moderados ...

Hace casi tres años, el socialista Pedro Sánchez desalojó del gobierno de España a Mariano Rajoy merced a una moción de censura pactada con la agrupación comunista Podemos y con una amplia gama de partidos separatistas. De la noche a la mañana, el Partido Popular perdió la Moncloa y el centro-derecha español se vio obligado a enfrentar un necesario proceso de transformación.

En un primer momento, la batalla por el control del Partido Popular parecía disputarse a dos bandas. Por un lado, la ex vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, más popular entre la izquierda que entre las propias filas de la derecha. Por otro lado, la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, que gestionó con éxito la Junta de Castilla-La Mancha pero no fue capaz de liderar la modernización del partido ante diversos escándalos de corrupción ocurridos antes de su etapa. Sin embargo, el triunfador de las primarias fue Pablo Casado, un dirigente joven que, con un discurso más ideológico y apegado a las ideas liberales y conservadoras, logró un inesperado y sorprendente triunfo.

Sin embargo, el centro-derecha que se encontró Casado ya no era el mismo de diez años atrás, cuando el grueso de los votantes que no se alinean con las tesis de la izquierda recalaban en la formación azul. Ahora, el espectro electoral se encontraba mucho menos cohesionado. Por un lado estaba Ciudadanos, que pasó de liderar la batalla contra el separatismo en Cataluña a convertirse en la fuerza moderada por excelencia del país ibérico. Por otro lado estaba Vox, que surgió del desencanto con el Partido Popular y brindó al electorado la posibilidad de respaldar una opción política más desacomplejada y menos encorsetada.

Las elecciones andaluzas de finales de 2018 revelaron que aquella conjunción de fuerzas podía ser ganadora. La suma de PP, Cs y Vox fue capaz de desalojar del gobierno regional al Partido Socialista, que llevaba más de cuarenta años al frente de dicha comunidad, cuyo enorme potencial había terminado ahogado en un pozo de corrupción y miseria económica. Sin embargo, Pedro Sánchez reaccionó con rapidez ante el auge del centro-derecha y convocó elecciones en primavera de 2019, imposibilitando un acuerdo entre las tres fuerzas y garantizándose un escenario de fragmentación que, tras la repetición electoral de otoño de 2019, le brindó una nueva etapa de gobierno, de la mano de los comunistas de Podemos y del grueso de formaciones separatistas con representación parlamentaria.

El nefasto manejo de la pandemia del covid-19 puso de manifiesto la incapacidad de gestión de la izquierda. Sánchez exhibió en 2020 los peores datos de la OCDE en el terreno sanitario (con el mayor exceso de mortalidad del mundo desarrollado) y en el plano económico (con la caída del PIB más acusada de todos los países industrializados). Sin embargo, Sánchez quiso avanzar su poder a comienzos de 2021 a base de tejer una alianza secreta con Ciudadanos.

Tras convencer a la líder del partido moderado, Inés Arrimadas, de la necesidad de romper sus acuerdos regionales y locales con PP y Vox, los socialistas impulsaron sendas mociones de censura en Murcia, Madrid o Castilla y León. Esta vez, la reacción del centro-derecha se antojaba mucho más complicada. Ya no se trataba solo de una ofensiva de la izquierda… sino, por encima de todo, de una traición de Ciudadanos. Las costuras del fragmentado espectro político de centro-derecha parecían estallar.

Sin embargo, el PP reaccionó convenciendo a tres de los seis diputados murcianos de Cs de que no podían respaldar la traición pactada por Arrimadas con Sánchez, mientras que el gobierno madrileño, encabezado por el PP, frenó el ataque de Cs convocando elecciones regionales con apoyo de Vox. En Castilla y León tampoco se esperan cambios, puesto que los dirigentes moderados de la comunidad rechazan la línea marcada por Arrimadas.

De repente, lo que parecía una jugada maestra de PSOE y Ciudadanos se convirtió en un duro revés para los primeros y en la tumba política de los segundos. Vox había aconsejado a PP y Cs que se fusionasen, pero tal operación ya no parece necesaria tras el absoluto hundimiento que han sufrido los moderados en las encuestas. Algunos de sus más altos cargos han dejado la formación (caso del carismático Toni Cantó, que se suma así al empresario Marcos de Quinto, al periodista Juan Carlos Girauta o a la dirigente catalán Lorena Roldán). La lista puede ir a más: se habla del salto al PP de Begoña Villacís, Marta Rivera de la Cruz, Luis Salvador y otros políticos de la formación centrista. El golpe que Arrimadas quería propinarle a PP y Vox terminó volviéndose en su contra y ya son mayoría los que claman por su dimisión, al calor de encuestas que dan por acabado el proyecto político que en su día impulsó un Albert Rivera que hoy tiene mejor sintonía con Pablo Casado que con su sucesora.

Durante años, Vox insistió en que Cs era algo así como una “veleta naranja” que cambiaba de dirección según soplase el viento. Sus resultados electorales parecían reforzar este rol de bisagra, pero el denominador común de sus grandes acuerdos fue siempre el pacto con las fuerzas situadas a la derecha. En cuanto Cs se alió con Sánchez, su electorado se esfumó.

Ahora, la situación del centro-derecha se dirime, ante todo, en las próximas Elecciones Autonómicas de la Comunidad de Madrid. Los sondeos anticipan la subida de PP y Vox, pero apuntan también que Cs puede perder a todos sus representantes en la Asamblea regional, al no alcanzar siquiera el 5% de los sufragios.

Para colmo, el comunista Pablo Iglesias, líder de Podemos y hasta ahora vicepresidente del gobierno de Sánchez, ha anunciado que se presenta como candidato en las elecciones regionales madrileñas. Sería un error subestimar el olfato político del demagogo por excelencia de la izquierda radical española, pero los primeros sondeos apuntan que su operación terminará en fracaso. Se abre, pues, un nuevo escenario en el que PP y Vox salen reforzados y Cs y Podemos se hunden. La derecha gana cohesión, quedando confiada al PP la tarea de recoger los votos del centro, mientras que la izquierda certifica la caída del comunismo, que ya en las elecciones regionales gallegas celebradas el pasado verano terminó sin representación parlamentaria alguna.

La incógnita que se abre ahora se refiere al futuro de Pedro Sánchez. Las encuestas muestran que el PSOE sigue estancado y no mejora sus resultados a pesar de la estrategia de poder total desplegada por la formación socialista desde que recuperó el poder en 2018. Si el centro-derecha ya no se divide a tres bandas, sino a dos, la prima de escaños que hoy disfrutan PSOE y Podemos puede esfumarse.

En la práctica, Sánchez puede terminar más dependiente que nunca de los separatistas. No en vano, la suma de la intención de voto que cosechan PP y Vox ya rebasa la fuerza de PSOE y Podemos, de modo que son los secesionistas los únicos que pueden terminar decantando la balanza.

En este sentido, la clave para el centro-derecha pasa por lidiar con esta nueva situación consolidando distintos avances:

  1. Pablo Casado debe atraer al PP a todos los líderes de Ciudadanos que se muestran desencantados con el partido moderado.
  2. Santiago Abascal debe intensificar la exitosa tarea de Vox de seducir a votantes que tradicionalmente venían respaldando a la izquierda.
  3. Si Sánchez convoca elecciones, PP y Vox tienen que concurrir juntos en aquellas jurisdicciones en que la ley electoral penaliza más fuertemente la división.
  4. El discurso político de PP y Vox debe centrarse en tumbar al gobierno, evitando divisiones innecesarias en el seno del centro-derecha.
  5. El movimiento intelectual liberal, conservador y reformista debe favorecer el desarrollo de una mayoría alternativa, capaz de sacar a España del colapso.

Al contrario de lo que sostuvieron algunos expertos, la irrupción de Vox ha demostrado ser positiva para el panorama del centro-derecha. Hace ahora cinco años, el papel de Ciudadanos obligaba continuamente al PP a alejarse de sus principios y alcanzar acuerdos alejados del sentir general de muchos de sus votantes. El desencanto con esa estrategia explica la irrupción de Vox en el panorama político y su creciente popularidad entre ex votantes de todo tipo de formaciones. Pero, por encima de todo, lo ocurrido con Cs viene a validar que el problema del centro-derecha no estuvo nunca en el seno de la formación de Santiago Abascal, que ha alcanzado acuerdos con el PP siempre que ha sido posible. En realidad, los de Inés Arrimadas son los verdaderos responsables de las dificultades que ha enfrentado el bloque de centro-derecha puesto que, con su absurda negativa a entenderse abiertamente con Vox, han situado a los tres partidos en un escenario absurdo en el que los moderados gobernaban con el apoyo de aquellos a quienes llamaban “ultraderechistas”.  

Semejante doble discurso era insostenible a largo plazo, pero los dirigentes de Cs tuvieron la oportunidad de evitar su hundimiento en numerosas ocasiones. Sin embargo, desde que estalló la pandemia, Arrimadas apuntaló a Sánchez cada vez que éste no obtuvo el respaldo de sus socios separatistas y dirigentes regionales como el madrileño Ignacio Aguado se dedicaron a hacer la oposición al mismo PP con el que mandaban y al mismo Vox que respaldaba sus gobiernos regionales y locales. Si a esto se le suma la traición de Arrimadas, parece evidente que la fractura a tres bandas termina, previsiblemente, de la mejor forma posible: fortaleciendo a Vox, hundiendo a Cs y forzando al PP a ahondar en su línea reformista liberal-conservadora.