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Occidente en la Encrucijada

Mimadeo

Quienes defienden la soberanía nacional y la observancia de los valores que le han convertido a Occidente en la civilización que más bienestar ha generado en la Historia deben hacer frente común a una izquierda cada vez más totalitaria...

Las relaciones internacionales vienen marcadas por el cambio, la heterogeneidad y la multiplicidad de factores exógenos. Se han tornado mucho más complejas y su análisis por parte de los expertos, ya no solo en el ámbito politológico, también en el jurídico, se caracteriza por una profundidad de difícil sistematización. Con el final de la Guerra Fría, parecía que comenzaba una nueva época. Algunos incluso pensaron que se hallaban ante el “fin de la historia”, pero lo que sí ha devenido ha sido un cambio de ciclo.

En este nuevo ciclo de poder, se debe tener en cuenta el espacio donde se mueven los Estados que gozan de capacidad para imponerse a los demás, esto es, aquellos más relevantes en términos geopolíticos. Los Estados se convierten, precisamente, en los sujetos activos principales en las relaciones internacionales y, pese a la globalización, no parece que vayan a dejar de serlo, más bien al contrario. Por otro lado, resulta también cierto que la globalización ha “aplanado” el mundo, en cuanto que facilita la comunicación de las ideas y permite la libre circulación de personas y bienes materiales. Sin embargo, esta afirmación debe matizarse, ya que no se han eliminado las fronteras políticas y culturales, ni siquiera se han difuminado, sino más bien al contrario.

Desde su inicio en la Paz de Westfalia, el Estado-nación se sustenta sobre cuatro principios: identidad, legitimidad, capacidad y finalidad. El orden internacional se mantiene en paz cuando los Estados reconocen y respetan dichos pilares. Si estos se ponen en duda, surgen los conflictos y las guerras. El orden internacional liberal que ha regido desde la conclusión de la Guerra Fría se encuentra en un momento delicado. Y es que, durante años, los principales poderes del Viejo Continente se han dedicado a incentivar las relaciones comerciales con China, con la falsa esperanza de que éstas favoreciesen el inicio de un proceso democratizador en el Reino Medio para su posterior inclusión en el sistema internacional.

Estas tesis, defendidas por autores de gran prestigio como Ronald Inglehart o Christian Welzel, son cuestionadas por la nueva realidad que emerge ya bien entrado el siglo XXI. Con unas prácticas propias de un régimen mercantilista, el Partido Comunista Chino se ha servido del sistema capitalista y de la defensa a ultranza de éste por parte de las potencias occidentales, para mantener un crecimiento exponencial de su economía durante tres décadas.  Gracias a esta bonanza, el régimen autoritario chino ha conseguido aumentar la renta disponible de gran parte de su población. Como contrapartida, el politburó no ha abierto la mano en cuanto a reformas políticas que favorezcan las libertades individuales y los derechos políticos de sus ciudadanos.

Los países europeos, como parte fundamental del Occidente político, debe volver a sus raíces: la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana. Alejarse de éstos, abrazando un multiculturalismo ingenuo y disolvente, está conduciendo a Europa a un relativismo moral donde todo vale. Incluso el cuestionamiento del derecho a la vida es ejemplo palmario de la abulia en la que los países europeos viven instalados.

Sin embargo, las sociedades europeas están despertando de su aletargamiento. Los ciudadanos ya no se sienten atados por la “tiranía de la penitencia” —concepto acuñado por Pascal Bruckner—, el verdadero mal que durante décadas las élites han inoculado a los occidentales, especialmente a los europeos. Unidos, desde el respeto a la soberanía nacional y la observancia de los valores que le han convertido en la civilización que más bienestar ha generado en la historia de la humanidad, las dos orillas del Atlántico deben hacer frente común a una izquierda totalitaria que tergiversa LA Historia y unas potencias revisionistas que quieren imponer SU Historia.

Jorge Torres

Investigador de la Fundación Civismo

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