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La izquierda y su secta

Una ideología con 150 millones de muertos a sus espaldas

Es habitual ver en muchos países de la Unión Europea como los partidos de izquierda y de extrema izquierda alientan a sus secuaces a atacar, intimidar y menospreciar, a los votantes de partidos de la derecha...

Hasta ahora esto había sido tónica habitual en Suecia, Francia, Austria, Holanda o Alemania pero, desde hace poco – concretamente desde la aparición de VOX – este tipo de ofensivas han comenzado a ser habituales en España.

La izquierda radical, más parecida al comunismo que a la socialdemocracia tradicional europea, intenta callar las voces de aquellos que no le siguen el juego, aquellos que no le bailan el agua y le dicen NOno negociar con la izquierda criminal, no a seguir tolerando las dictaduras en Latinoamérica, no a ese repugnante blanqueamiento que hasta ahora se hacía de los regímenes comunistas y de las figuras de esos asesinos idealizados por la izquierda como el Che Guevara, Fidel Castro, Stalin o Lenin. 

Sin embargo, en la actualidad el espectáculo ha ido un paso más allá; la izquierda criminal intenta utilizar el victimismo para contentar a su público y a una élite mediática que, acomodada en su status, se siente cómoda apoyando a aquellos quienes les pueden perjudicar si se enfrentan o no opinan como ellos. 

Sin ir más lejos, el pasado viernes pudimos ver como en un debate electoral de la Cadena SER para las elecciones del 4 de mayo para la Comunidad de Madrid, el líder de la izquierda radical española y hasta hace poco vicepresidente del Gobierno de España, Pablo Iglesias, reventaba un debate al que ya parecía acudir con ninguna intención de participar. 

Iglesias buscó el conflicto con la candidata del partido VOX, Rocío Monasterio, que en ningún caso puede denominarse enfrentamiento. Ante la petición del exvicepresidente de España de que VOX debía condenar la violencia que se estaba ejerciendo contra él, y aún cuando Monasterio le dejaba claro que ella condenaba cualquier tipo de violencia, declaró que no se podía negociar con los “fascistas” y, sin más, se levantó y se marchó del estudio de radio. La candidata de VOX le pedía que él hiciese lo mismo contra los ataques que se hicieron a su formación en todos los mítines hasta la fecha y él, sin escuchar dado que ya tenía su plan establecido, optó por abandonar el debate. El resto de los candidatos de la izquierda no tardaron mucho más en hacerlo; en cuanto vieron la oportunidad de levantarse e irse dejaron a la candidata de VOX sentada sola en el debate. 

Lo importante no es lo que ha pasado, sino la cobertura mediática que se le ha dado a este hecho, una cobertura mediática que tacha a VOX y a su candidata de fascistas y personas intolerantes, como personas que amenazan la democracia en España. Los medios justifican estas palabras aludiendo a que Monasterio animaba al exvicepresidente del Gobierno a que “si no estaba cómodo que abandonase el debate”. Parece que estas palabras tan drásticas y amenazantes, tan de “extrema derecha”, son las que han motivado a que una gran parte de la élite mediática periodística de España haya dejado de tolerar al partido de Ortega Lara. 

Llevamos años escuchando como los partidos de izquierda y extrema izquierda toleran la violencia de aquellos con los que quieren pactar e incitan a la violencia hacia aquellos con los que no quieren pactar. Con sus actos ponen en duda la validez y la existencia de las ideologías a las que no toleran y se valen de las administraciones que controlan para conseguirlo.

No caigamos en el engaño del victimismo de esa izquierda criminal que lo único que intentará será hacernos creer que los únicos que tienen derecho a preocuparse y a “ser buenos” son ellos, que todos los demás tenemos que mirarlos como dioses porque ellos son los únicos que nos podrán salvar. Ni un paso atrás. Siempre con la libertad.