El Pleno del Congreso aprueba en tiempo récord y sin debate social la Ley de la Eutanasia en España, convirtiéndose así en el cuarto país de Europa y sexto del mundo donde existe una regulación del mal llamado “derecho a morir”...
En la Unión Europea, solo los países del Benelux – Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo – cuentan con normas que regulan el derecho a morir, aunque entre ellos existen grandes diferencias. Luxemburgo sólo concibe este derecho para enfermos terminales al final de su enfermedad y tras la aprobación de un consejo de expertos. En Bélgica y en Holanda la norma es muy distinta; se denominada también suicidio asistido, ya que permite a cualquier persona de más de doce años solicitarlo. ¿Son esos los países que están en la vanguardia?
El pasado mes de noviembre, y en apenas dos días, los partidos de la coalición de Gobierno y sus socios independentistas dejaban listo el informe de la Ponencia sobre la Ley de Eutanasia que posteriormente, en diciembre, era aprobada de manera definitiva por el Pleno del Congreso con 198 votos a favor y 138 en contra; lo que a primera vista hace denotar falta de consenso en la regulación. España ha pasado por tanto a ser el sexto país del mundo en regular la eutanasia y el tercero en despenalizar la eutanasia (como administración de la inyección letal) y el suicidio asistido (inyección de pentobarbital al paciente).
El texto sitúa a la eutanasia como una prestación que podrán solicitar los mayores de edad que sufran una “enfermedad grave e incurable” o “un padecimiento grave, crónico e imposibilitante”; sin embargo, en un país donde la asistencia de cuidados paliativos brilla por su ausencia, esta Ley parece incitar a tomar únicamente una salida; la de la muerte. Ante la inexistencia de una alternativa no habrá verdadera capacidad de elegir y, como siempre suele suceder, los más perjudicados serán aquellos con menos recursos; aquellos que no puedan acceder a hospitales privados que les briden una digna asistencia sociosanitaria. Por otro lado, la Ley también parece favorecer el suicidio, ya que propicia que se vea la muerte como la única solución ante la enfermedad; posiblemente solución tomada de manera precipitada.
La vida es un derecho desde el nacimiento hasta la muerte, siempre de manera natural, y nadie es dueño de la vida de otra persona, ni siquiera lo somos de la nuestra propia. Nadie está capacitado para decidir quién vive o quién muere, lo que incluye a los médicos, cuya labor principal debería ser la de salvar vidas, no ayudar a terminar con ellas.
La alternativa a anteponer la muerte como solución a los problemas podría pasar por impulsar una ley de cuidados paliativos que favorezca a la totalidad de los habitantes y no lleve consigo el abandono social de una parte de la población. El apoyo de la familia y los seres queridos para aliviar el sufrimiento ante una enfermedad es clave. La mejor medicina debería ser el cariño, la comprensión y el apoyo del núcleo cercano. Los únicos países europeos que tienen regulada la eutanasia – Bélgica, Luxemburgo y Holanda – superan con creces a España en la cobertura de cuidados al final de la vida.
No obstante, hay un rayo de esperanza. El partido político VOX, siguiendo el precedente de nuestro país vecino, Portugal, ha decidido que llegará hasta el Tribunal Constitucional para evitar a toda costa que la Ley entre en vigor. El Tribunal Constitucional de Portugal rechazó la ley que despenaliza la eutanasia, aprobada a principios de año por el Parlamento del país.
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