Interesante estudio del Instituto Cato sobre la disponibilidad de recursos naturales básicos. ...
Marian Tupy, analista del Instituto Cato, y Gale Pooley, profesor de economía de la Universidad de Brigham Young, han publicado un interesante trabajo titulado "El Índice Simon de Abundancia", con el que proponen "una nueva forma de medir la disponibilidad de recursos naturales en el mundo”. El objetivo de ambos autores es medir de forma objetiva hasta qué punto las tesis más pesimistas que se han popularizado en los últimos años tienen sentido (es decir, si el mundo camina hacia un cuadro de escasez, producto de la sobreexplotación y la superpoblación) o si, en cambio, vale la pena esbozar una mirada más optimista ante esta cuestión.
En palabras de ambos autores, “en este estudio se evalúan los precios de 50 materias primas básicas para el periodo que va de 1980 a 2017. Aunque resulte contra-intuitivo, nuestro descubrimiento es que los recursos disponibles han ido a más, no a menos, de modo que hablamos de un cuadro de recursos abundantes, no escasos”.
Estos cálculos “confirman los argumentos del economista de la Universidad de Maryland, Julian Simon, quien observó en su libro de 1981, titulado “El último recurso”, que los seres humanos somos seres inteligentes, capaces de innovar para superar la escasez mediante una mayor eficiencia, un aumento de la la oferta y el desarrollo de bienes sustitutos”. De ahí el nombre que recibe la investigación realizada por ambos.
Para medir esta cuestión, Tupy y Pooley han realizado distintos cálculos. Quizá el más interesante es el que mide el precio de las materias primas en relación con las horas de trabajo necesarias para que una persona con un salario medio obtenga ingresos suficientes para comprar dicho bien. Para calcular el precio en términos de horas trabajadas, el precio se divide entre el ingreso por hora. ¿Qué resultado arroja este ejercicio? En esencia, que el precio promedio de las cincuenta materias primas estudiadas ha bajado un 74,2%. Por lo tanto, por el mismo tiempo que debía trabajar una persona en 1980 para obtener ingresos suficientes como para comprar una canasta con las cincuenta materias primas básicas, en 2019 ese mismo tiempo permitía comprar casi cuatro canastas repletas de dichos activos. Dicho con otras palabras, el ciudadano medio ha visto cómo aumenta su nivel de abundancia en un 288%, lo que equivale a una tasa compuesta de crecimiento anual del 3,63% e implica que la cantidad de recursos disponibles se duplicó tras 19,5 años de observación.
En el siguiente gráfico pueden verse los resultados más destacados de esta aproximación:
A continuación, Tupy y Pooley han relacionado el aumento de los recursos con el crecimiento demográfico. De 1980 a 2019, la población global creció en torno a un 70%, pasando de 4.500 a 7.700 millones. Sin embargo, como ya se ha comentado, el precio de las materias primas básicas medido en horas trabajadas cayó un 74,2%. Esto significa que el precio en términos de horas de trabajo cayó un 1% por cada 1% de aumento en la población mundial. Ha sucedido, pues, lo contrario de lo que anticipaban las voces más pesimistas.
Y, si relacionamos la disponibilidad de recursos naturales con el paso del tiempo, encontramos que los trabajos de Tupy y Pooley muestran que su abundancia se ha multiplicado por siete desde 1980 hasta 2019.
Los datos al completo pueden consultarse a continuación. La tabla recoge, en primer lugar, la unidad de medición empleada para estudiar cada una de las cincuenta commodities incluidas en el estudio. A continuación, se presentan los precios en términos monetarios y de forma nominal, para después comparar el aumento en dicho indicador a través de un simple porcentaje. El siguiente indicador estudia el precio por horas trabajadas de acuerdo con el PIB de cada época (1980 vs 2019). A partir de estos datos, se presenta el cambio en el precio real, el multiplicador de abundancia, el cambio en el porcentaje de abundancia, la tasa compuesta de crecimiento anual de la abundancia y los años necesarios para duplicar la abundancia.
Estos datos ponen en entredicho el discurso imperante en el ámbito medioambiental. Aunque buena parte de las conversaciones sobre la conservación del entorno giran alrededor del supuesto de que una mayor producción y una mayor población conducen necesariamente a un agotamiento de los recursos, lo cierto es que las cifras disponibles sugieren lo contrario y apuntan que somos capaces de hacer más con menos a base de ser mucho más eficientes en nuestro uso de los recursos naturales. Por lo tanto, el trabajo de Tupy y Pooley debe ser bienvenido como una forma avanzada de estudiar la evolución real de estas variables y desmontar, de forma objetiva, el pesimismo imperante en los movimientos ambientalistas de ayer, hoy y mañana.
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