Un estudio crítico del nuevo informe de referencia sobre la polución en las ciudades europeas. ...
El Instituto de Salud Global de Barcelona ha presentado un informe en el que estima la incidencia mortal de la contaminación en las grandes urbes europeas. El estudio, que salió a la luz el 20 de enero, deja especialmente mal parada a Italia, que copa 18 de los 30 primeros puestos del estudio.
Si nos fijamos en la concentración de partículas PM2,5 en el aire de las mil ciudades analizadas, encontramos que la lista está copada por urbes transalpinas: Brescia, Milán, Saronno, Vicenza, Bergamo, Verona, Cremona, Busto Arsizio, Treviso, Padua, Pordenone, Novara, Piacenza, Como… Solo una localidad polaca rompe la uniformidad de los quince primeros puestos del subíndice, donde la presencia italiana es abrumadora. De hecho, si ampliamos el foco y estudiamos las treinta y cincuenta primeras posiciones, encontramos nuevamente que los niveles de contaminación son claramente mayores en las ciudades del país que gobierna Giuseppe Conte.
Desde el Instituto de Salud Global de Barcelona recalcan que reduciendo las emisiones contaminantes que se observan en las capitales europeas se podría reducir hasta en 52.000 el número total de muertes prematuras observado cada año en el Viejo Continente. Si tenemos en cuenta que el número de muertes registradas en Europa rondan los 6,8 millones de defunciones por ejercicio, esto equivaldría a una reducción cercana al 1%. A priori, este porcentaje sería más alto en grandes capitales, donde la incidencia de la contaminación suele ser mayor, y más bajo en núcleos de población más pequeños o en zonas rurales, donde el aire acostumbra a estar más limpio.
Sin embargo, el análisis que ha realizado Libre Mercado de este informe, centrado en la ciudad de Madrid, pone en cuarentena algunas de sus conclusiones. Y es que, aunque el Instituto de Salud Global de Barcelona plantea que la reducción de la polución puede contribuir a reducir la mortalidad de la capital española por una cifra equivalente a 2.200 defunciones menos, lo cierto es que en las últimas dos décadas ya se ha producido una caída en las emisiones y, sin embargo, la mortalidad total y los fallecimientos por enfermedades respiratorias se han mantenido constantes, en torno a 28.000 y 4.000 al año, respectivamente.
Por otro lado, la labor de los medios de comunicación ante la publicación de este informe ha dejado mucho que desear. En España vemos que el titular ofrecido por las agencias de comunicación recalca que “Madrid encabeza la lista de ciudades europeas con más mortalidad asociada a la contaminación”. Sin embargo, el propio estudio viene a decir algo muy distinto. De entrada, Barcelona aparece peor puntuada que Madrid (ocupa el puesto 6 de la tabla, mientras que Madrid aparece en el número 13) y, lo que es más importante, los datos ofrecidos para todas estas urbes no se ajustan al tamaño de la población, de modo que las ciudades más grandes siempre parecen tener peor resultado.
Este último punto se puede abordar de forma más o menos sencilla. Por ejemplo, si tomamos en consideración las casi 700 muertes por contaminación que el informe considera que podrían evitarse en Madrid y las comparamos con el censo de la capital, vemos que esta cifra supone el 0,02% de su población, porcentaje idéntico al que se observa en Murcia. No obstante, si solo analizamos la cifra absoluta, el dato para Madrid es ¡siete veces mayor!
En este sentido, es fundamental ir más allá de los titulares alarmistas, porque un análisis somero de los datos revela que el informe del Instituto de Salud Global de Barcelona no es tan crítico como podría parecer si simplemente hacemos caso a los titulares que se han difundido durante los últimos días. Se trata de un mero ejercicio de estadística básica, consistente en dimensionar los datos según el tamaño de cada ciudad, pero lamentablemente ningún medio de comunicación ha hecho este esfuerzo analítico y, huelga decirlo, la izquierda no ha tardado en esgrimir el estudio como prueba de que son necesarias medidas más intervencionistas en el campo económico y medioambiental.
Foto fija vs Evolución dinámica
Además de tener en cuenta todo lo anterior, es importante entender que, durante las últimas décadas, la evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero o partículas contaminantes ha tendido a ser favorable en buena parte de los países y ciudades europeas.
El caso de Madrid vuelve a ser relevante, porque sus indicadores de GEI han experimentado una caída muy acelerada entre los años 2007 y 2017. Para ser precisos, las emisiones se han reducido en 5.290 kilotoneladas equivalentes de CO2 durante dicho periodo, lo que implica un descenso del 33%.
Además, como muestra el Inventario Municipal que recopila las emisiones y mide la calidad del aire en la ciudad de Madrid, este indicador mejora más aún si estudiamos su comportamiento cuando consideramos el efecto del aumento de la población y medimos los datos en términos per cápita (baja de 5,1 a 3,4 toneladas de CO2 equivalente entre 2007 y 2017).
Algo parecido ocurre con las cifras relativas a la producción económica y las emisiones resultantes de la misma. Para ser precisos, se da una mejora de casi un 50% en el ratio que compara las emisiones con la unidad de PIB producida. Por lo tanto, para generar 1 euro de actividad económica, hoy Madrid necesita un 50% menos de energía que hace veinte años.
Y, si nos fijamos específicamente en el óxido nitroso, al que el informe del Instituto de Salud Global de Barcelona vincula con la mayoría de las muertes por contaminación que se podrían evitar en Europa, también podemos ver que se ha venido produciendo una mejora a lo largo de los años, registrándose en 2017 un descenso del 30% respecto a los indicadores de comienzos de siglo XXI.
Por eso resulta llamativo que los autores del informe del Instituto de Salud Global no reflexionen sobre la relativa estabilidad que arrojan los fallecimientos en Madrid a pesar de las mejoras logradas en los últimos veinte años. ¿Cómo es posible que se proyecte una reducción de decesos asociada a un tipo de fenómeno que ya se ha venido dando sin que ello tenga efecto alguno en la cifra total de decesos o el dato específico de muertes asociadas a enfermedades respiratorias? ¿Por qué deberíamos hacer más caso a una modelización, siempre cuestionable, que a los datos que arroja la experiencia real de Madrid y tantas otras ciudades, donde no se observa la supuesta relación lineal entre reducción de contaminación y caída de la mortalidad general y específica?
La izquierda frenó el ritmo de reducción de la contaminación
Pero la mejora de estos indicadores no ha sido tan acusada en los últimos años, coincidiendo precisamente con los cuatro años en los que el gobierno de la capital española ha estado en manos de la izquierda radical. Y es que, bajo la Administración de Manuela Carmena, el grupo comunista Ahora Madrid perpetró todo tipo de restricciones a la movilidad automovilística que, lejos de mejorar los indicadores de contaminación, solo han contribuido a empeorarlos.
El mejor ejemplo de esta desatinada política de movilidad y sostenibilidad lo tenemos en el experimento de Madrid Central, que cerró el distrito centro de la capital al tráfico rodado, con la salvedad de aquellos vehículos que aparcan dentro de la almendra o de los coches pertenecientes a vecinos de la zona. Esto ha empujado a miles de vehículos a las calles y vías adyacentes que no están afectadas por el nuevo marco de restricciones. Así, aunque se ha producido una mejora de la fluidez del tráfico en la zona centro, dicha evolución favorable se da a costa del resto de áreas de la ciudad, aquejadas ahora de indicadores mucho peores en materia de movilidad – y también de emisiones. En promedio, las estaciones de medición de la calidad del aire han detectado que, en las zonas de “frontera” con Madrid Central, el empeoramiento ha alcanzado, de media, el 20%.
El confinamiento y las emisiones
En cualquier caso, resulta llamativo que este debate siga girando en 2021 en torno a los mismos mitos propios de 2019 y años anteriores. Si algo debería habernos enseñado el Gran Confinamiento es que reducir la movilidad y la actividad económica tiene gravísimos costes sobre la calidad de vida de las personas. En España, como en todo el mundo, las medidas contra el covid-19 han reducido significativamente la contaminación… pero lo han hecho a golpe de tumbar más de un 10% el PIB, provocando con ello un fuerte repunte del desempleo, con 1,5 millones de personas afectadas por despidos temporales y definitivos.
El ser humano no contamina por placer, sino porque su actividad socioeconómica tiene ciertos costes para el medio ambiente. La clave radica, pues, en minimizar ese impacto de forma compatible con el bienestar humano. La evolución favorable que tenía Madrid hasta la llegada a la alcaldía de Manuela Carmena es un buen ejemplo de que apostando por políticas de eficiencia se puede conseguir una mejora progresiva de las emisiones que convive con aumentos de la actividad económica.
El informe del Instituto de Salud Global pone de manifiesto que algunos países tienen mucho que hacer en materia de mejora de la calidad del aire, pero es importante tomar decisiones de forma somera, puesto que la imposición de restricciones acarrea otro tipo de daños. Por ejemplo, si en Italia se siguiesen las medidas aprobadas en Madrid como respuesta a sus elevados niveles de contaminación urbana, podríamos ver que las emisiones no solo no mejoran, sino que empeoran, pero además a cambio de que se produzca un empobrecimiento generalizado y un deterioro de la calidad de vida.
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