La mejora de la actividad será lenta y paulatina, retrasando a 2023 la normalización del PIB. ...
Después de un primer trimestre marcado por el súbito parón que supusieron las restricciones sanitarias adoptadas entre febrero y marzo, y tras un segundo trimestre marcado por las medidas de confinamiento y distanciamiento interpersonal, el curso 2020 empezó a remontar el vuelo de la mano de la desescalada veraniega, que permitió recuperar una cierta normalidad en diversos sectores de actividad económica.
De acuerdo con la Comisión Europea, la UE-27 venía de firmar un decepcionante cuarto trimestre de 2019, sin apenas crecimiento respecto al tercer trimestre del pasado ejercicio (0,1%). Sin embargo, lo peor estaba por venir. Entre enero y marzo, el PIB fue un 3,3% menor que en el cuarto trimestre de 2019, mientras que los datos de abril a junio del presente año reflejaron un desplome del 11,4% con respecto al primer trimestre de 2020. Las cifras observadas para la Eurozona son similares: su crecimiento trimestral fue nulo entre octubre y diciembre de 2019, para después caer un 3,7% entre enero y marzo de 2020 y un 11,8% entre abril y junio del ejercicio en curso.
Tomando esa misma métrica como referencia, Bruselas calcula que la actividad económica experimentó un rebote del 11,6% a lo largo del tercer trimestre del año, siendo el aumento algo más moderado en la Eurozona, con un 11,6% de repunte. En cualquier caso, no hay que olvidar que esta mejora se producía después de un semestre negro, de modo que el mero hecho de reactivar ciertos sectores explica que se diesen tasas tan elevadas de aumento de la producción.
Para tener un reflejo más fiel de la situación, conviene repasar la estadística interanual. De esta forma podemos ver cuánto ha caído la producción económica en relación con el mismo periodo del año anterior. Este indicador revela, por ejemplo, que el cierre de 2019 no fue tan malo como sugieren los datos de crecimiento trimestral, puesto que las cifras para octubre, noviembre y diciembre del pasado curso fueron coherentes con un crecimiento del 1,2% respecto a esos mismos meses, pero de 2018.
Partiendo de esa base, la Comisión Europea estima que la caída del primer trimestre alcanzó una tasa interanual del -2,7%, siendo el descenso del segundo trimestre del -13,9%. Para la Eurozona, estos datos son algo más abultados, con una corrección interanual del -3,3% entre enero y marzo y del -14,8% entre abril y junio. ¿Qué dice Bruselas de los meses de verano? Según su oficina estadística, Eurostat, el PIB comunitario fue un 4,3% menor que en 2019, siendo la caída del 4,4% para las economías integradas en la moneda única.
El descenso interanual registrado entre julio y septiembre fue algo más moderado en Dinamarca (-3,4%), Eslovaquia (-2,2%), Letonia (-3,1%), Países Bajos (-2,5%) o Polonia (-2%). Por el contrario, la caída fue muy pronunciada en España, donde se experimentó un desplome del 8,7% del PIB en términos interanuales. A continuación figuran Portugal o Rumanía, con descensos del 5,7% y del 6%, respectivamente. Fuera de la UE-27, Reino Unido sufrió una caída muy fuerte, del 9,6%, mientras que Estados Unidos experimentó un descenso mucho más moderado, del 2,9%.
Los rebrotes complican más aún la recuperación
Estas cifras certifican que la caída de la actividad observada entre enero y junio solo ha sido revertida parcialmente con la reapertura veraniega. De hecho, los indicadores adelantados sugieren que el rumbo del PIB en los meses de octubre, noviembre y diciembre puede situarse por debajo de lo estimado hace apenas un mes, cuando la situación sanitaria era más favorable.
La Comisión Europea ha reconocido que la situación económica del Viejo Continente es mucho más compleja de lo que parecía. La previsión de caída del PIB comunitario es ahora del 7,4%. Para poner en perspectiva esta cifra, basta con indicar que, según el Fondo Monetario Internacional, el PIB global se contraerá un 4,4%.
Por otro lado, en Bruselas esperan que en 2021 se produzca un crecimiento del 4,1%, mientras que en 2022 cuentan con que se registre un repunte del 3%. Para la Eurozona, el escenario de referencia plantea que el PIB bajará un 7,8% en 2020 para después crecer un 4,2% en 2021 y un 3% en 2022.
Por lo tanto, las previsiones de Bruselas reflejan que solamente se recuperarán los niveles de PIB previos a la pandemia a finales del año 2022. En palabras del Comisario de Economía, Paolo Gentiloni, “nunca contamos con una recuperación “en V”, pero ahora ya estamos seguros de que no vamos a experimentar una mejoría así. Solo Alemania y Polonia van a superar el PIB de 2019 antes de 2023”.
En palabras de Gentiloni, parte del problema radica en la fuerte caída que han sufrido tres de las principales economías de la UE: España, Francia o Italia. Sus previsiones de crecimiento para 2020 apuntan a una contracción del 12,4%, 9,9% y 9,4%, respectivamente. Por otro lado, Bruselas también alerta de la posibilidad de que en 2021 o 2022 resulten más evidentes algunos de los efectos secundarios de la actual crisis, como las quiebras empresariales, el enquistamiento del desempleo de larga duración o el déficit crónico de las cuentas públicas de ciertos países.
El precio de tomar medidas sin realizar un análisis coste-beneficio
La ausencia de un análisis coste-beneficio a la hora de tomar medidas contra el covid-19 ha quedado patente conforme han pasado los meses y se han confirmado los peores temores de los analistas. En vez de adoptar un enfoque descentralizado y con precisión quirúrgica a la hora de tomar medidas restrictivas, la gran mayoría de gobiernos europeos sacrificaron la actividad socioeconómica de manera generalizada durante el primer semestre. El tiempo ha demostrado que tomar medidas drásticas no fue sinónimo de registrar mejores indicadores sanitarios. Al contrario, algunos de los países con peores cifras de mortalidad fueron también de los más estrictos a la hora de limitar los derechos y libertades de sus empresas y particulares, como vemos en el caso de Bélgica, España, Francia o Italia.
Frente al desastroso resultado que han arrojado las medidas generalizadas de confinamiento, otras economías europeas han logrado minimizar el número de fallecimientos con un grado mucho menor de restricciones y limitaciones. Dinamarca, por ejemplo, actuó con firmeza pero no llegó a decretar cerrojazos tan largos y estrictos como otros países. Sus indicadores de mortalidad son de los mejores de Europa y su PIB ha sufrido un castigo menos intenso, con una caída interanual del -0,1% entre enero y marzo (vs -2,7% en la UE-27), del -7,7% entre abril y junio (-13,9% en la UE-27) y del -3,4% entre julio y septiembre (vs -4,3% en la UE-27). Suecia, por su parte, ni siquiera “cerró” su economía y también logró minimizar las pérdidas económicas, ya que su PIB interanual creció un 0,7% de enero a marzo, bajó un 7,7% de abril a junio y se redujo un 3,5% de julio a septiembre.
La palma, en cualquier caso, se la llevan Alemania y Polonia, destacados por Eurostat como las dos únicas economías de la UE-27 que van a recuperar en 2022 los niveles de producción de 2019, saliendo un año antes de la crisis que el bloque comunitario y adelantando hasta en tres o cuatro años a las economías más golpeadas, como España, donde el Fondo Monetario Internacional cree que solo se recuperará la producción previa a la pandemia en los años 2024 o 2025. En el caso de Alemania, la clave no está tanto en las caídas de actividad de 2020, sino en el vigor que se plantea en 2021 y 2022. El caso polaco resulta notable, porque sus datos interanuales de PIB muestran que su economía logró crecer un 1,9% de enero a marzo, cayó un -8% de abril a junio y moderó al -2% su caída entre julio y septiembre.
Ni confinar, ni dirigir
El denominador común que nos topamos en aquellos países que presentan un mejor cuadro macroeconómico es la toma en consideración del coste y el beneficio de las medidas restrictivas tomadas frente a la pandemia. Evidentemente, podemos confinar a toda la población y cerrar todos los sectores de actividad si lo que queremos es minimizar cualquier tipo de riesgo sanitario, pero más allá del asalto liberticida que entraña este tipo de apuesta, lo cierto es que ese tipo de soluciones sacrifica por completo la economía y acarrea la quiebra a medio y largo plazo de los sistemas productivos que facilitan la financiación de nuestros avanzados sistemas sanitarios. Al quebrar la cadena de la creación de riqueza, lo que hoy son todo ganancias sanitarias mañana son todo pérdidas económicas que pasado mañana llevan también al colapso y la insostenibilidad a nuestros sistemas de salud y cuidado. Se trata, pues, de buscar equilibrios que permitan minimizar riesgos sin hundir la producción, máxime cuando el 95% de las muertes por coronavirus se registran entre los grupos de población de mayor edad, lo que permite concentrar las estrategias sanitarias en proteger a tales colectivos y evitar que el virus se propague de forma descontrolada entre estas personas que se exponen mucho más a un cuadro sanitario delicado o incluso mortal.
Por otro lado, mirando al futuro, otro error mayúsculo que están reproduciendo numerosos gobiernos europeos pasa por intentar “congelar” la economía, a base de subsidiar sectores que tenían peso antes del covid-19, y por “dirigir” la producción, dedicando recursos a ramas de actividad que se consideran vitales para la época posterior al covid-19. Este intervencionismo distorsiona los procesos de mercado e impide un ajuste verdadero de las dinámicas de oferta y demanda, condenándonos a una economía desequilibrada y con menor potencial de crecimiento. De hecho, no es casualidad que la recuperación estadounidense haya sido tan intensa en 2020, puesto que sus medidas excepcionales se han centrado en proteger a los trabajadores desempleados, dejando que sean las fuerzas del mercado las que lleven la voz cantante a la hora de marcar el camino que seguirá la recuperación. Bruselas, sin embargo, quiere agravar estos errores cometidos a nivel nacional mediante grandes programas de gasto como su Fondo de Rescate, sus Presupuestos para 2021-2027 o su “Nuevo Acuerdo Verde”.
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