Pese a que los Estados manejan entre el 40% y el 50% del PIB de los países miembros, su respuesta al covid-19 ha sido tremendamente incompetente, como refleja el lentísimo despegue de la aviación tras la pandemia. ...
Entre los meses de enero y octubre de 2020, el tráfico de pasajeros observado a nivel europeo ha sufrido una fuerte caída, pasando de 37,5 a 11,7 millones de viajeros debido a las devastadoras consecuencias de la pandemia del covid-19 y a la mala gestión sanitaria de muchos de los países de la UE-27.
El turismo es un sector vital para la economía de muchos países europeos y la aviación juega un papel clave a la hora de canalizar a los viajeros que se desplazan hacia mercados internacionales. En España, por ejemplo, el turismo genera en torno al 12% del PIB y soporta el 13% del empleo total, porcentajes que incluso son mayores en otros mercados europeos como Croacia on Grecia.
En la medida en que el turismo ha visto cómo su actividad se desplomaba, la aviación ha sufrido un desplome similar. De hecho, los datos de tráfico han servido como proxy a la hora de estimar cuál sería el descenso anual del PIB. No sorprende, por ejemplo, que España haya visto cómo su producción se hunde un 11% en 2020, puesto que en la aviación ya se había registrado un descenso del 71% en el volumen de viajeros transportados, lo que a su vez implicaba que, solo en el turismo, el golpe experimentado durante el pasado ejercicio debió ser cercano al 8% del PIB.
Comparando la caída del PIB esperada en los principales mercados turísticos, se observa un descenso más acusado en España (desplome del 11%) que en Croacia (corrección del 10%), Grecia (minoración del 9%), Portugal (caída el 9%), Malta (reducción del 7%) o Chipre (bajada del 6%). En cambio, si estudiamos el comportamiento del mercado aéreo, ¿qué evolución arrojan sus cifras? En Croacia se produjo un descenso aún más alto, con un 80% menos de pasajeros, mientras que la caída en Grecia fue del 69%, el descenso en Portugal alcanzó el 66%, el desplome en Malta llegó al 68% o la reducción en Chipre alcanzó el 74%.
Así las cosas, resulta evidente que las estrategias implementadas han arrojado ciertas variables pero, en suma, la caída de la aviación y del turismo ha sido un factor clave a la hora de explicar el desplome de la actividad económica durante el año 2020, especialmente en estos mercados del Mediterráneo.
En promedio, el número de vuelos registrado por EUROCONTROL a comienzos de marzo seguía mostrando un crecimiento del 1,72%, mientras que los datos para finales de junio ya reflejaban el impacto de la pandemia con una caída del 65%. El fiasco no ha estado tanto en ese segundo trimestre, en el que evidentemente se iba a producir un descenso, sino que ha tenido mucho que ver con la mediocre gestión de la desescalada y la reapertura económica. Así, a finales de verano vemos que el tráfico aéreo seguía un 60 por debajo de los niveles de 2019, lo que significa que la campaña de verano apenas sirvió para normalizar cinco puntos en los niveles de viajeros. Peor aún, el mal manejo de la segunda ola de contagios terminó provocando un descenso cercano al 80% en los niveles de vuelos observados durante las fechas de navidades. De modo que, más allá del desastroso manejo de la primera ola, lo peor de todo es que los gobiernos europeos no han logrado normalizar los flujos internacionales de viajeros, ni siquiera a pesar de que la ciencia respalda la seguridad del turismo aéreo y de que los test rápidos de covid-19 están disponibles en el mercado desde finales de verano.
Si Europa, potencia turística por excelencia, no es capaz de cuidar uno de los sectores que más riqueza y empleo genera en su economía, ¿qué se puede esperar de cara al futuro? ¿Cómo es posible que, con niveles de riqueza por habitante mucho más altos que los de cualquier otro continente, Europa haya sido incapaz de hacer frente a la pandemia a pesar de que el paso de los meses ha puesto claramente de manifiesto qué políticas funcionan contra el covid-19? Estas son las preguntas incómodas que casi nadie se está haciendo en Europa, pero que revelan muchos de los males subyacentes que Bruselas no solo no está abordando, sino que incluso está agravando a golpe de burocracia.
El tráfico aéreo es solo una muestra más de lo mal que lo hemos hecho y de lo frágil que será la recuperación mientras no se masifique la vacuna del covid-19. Debe abrirse, pues, una conversación sobre la incompetencia de nuestras autoridades, incapaces de tomar medidas transformadoras a pesar de que los presupuestos públicos absorben ya en torno al 40% o 50% del PIB de los distintos países miembros de la Unión Europea. Un enorme presupuesto que, sin embargo, no parece servir de mucho a la hora de enfrentar retos importantes.
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