El desplome de visitantes ha provocado un repunte del 90% en los niveles de paro. La economía de la isla ha absorbido el golpe, pero no soportaría otro 2021 así. THE CONSERVATIVE viaja a la isla para vivir el reto de reactivar el turismo en plena pandemia....
La isla de Ibiza y su pequeña hermana Formentera han vivido un verano de lo más atípico. Entre los meses de enero y agosto, las Pitiusas han recibido 1,85 millones de turistas menos que en los ocho primeros meses del curso 2019, según la estadística de movimientos en frontera que publica de forma periódica el Instituto Nacional de Estadística.
El parón motivado por el coronavirus ha dejado el total de visitantes en apenas 492.000 personas. Comparando los datos con el curso anterior, estas cifras describen un desplome interanual del 80%. El dato de agosto fue un tanto mejor, puesto que los 230.000 turistas que pasaron por Ibiza y Formentera suponen un 60% menos que en 2019, pero en cualquier caso hablamos de una caída de proporciones históricas.
THE CONSERVATIVE se desplazó directamente a las islas para conocer de primera mano la crisis de una isla ampliamente reconocida como la capital europea del ocio y el lujo. Nuestro primer inconveniente llegó antes incluso de salir hacia Ibiza, puesto que la compañía aérea se vio obligada a cancelar los distintos vuelos previstos para esa jornada para reagrupar en una única nave a los pocos pasajeros que se habían decidido a disfrutar de las Pitiusas en plena pandemia.
En el avión, nos encontramos una estampa atípica. No faltan los famosos de turno, como es el caso de una célebre presentadora de televisión que nos comenta su caso: “yo normalmente me vendría dos semanas, pero este año solo he reservado una y de hecho vengo con un plan mucho más low cost”. Que un rostro conocido del prime time televisivo haga esta afirmación da buena cuenta de la caída de facturación que están sufriendo muchos de los negocios del destino balear por excelencia.
Recogemos el coche de alquiler en el aeropuerto. De nuevo, llama la atención el contraste con respecto a otras visitas a la isla. Hay poco personal, pero no se puede decir que haya muchos turistas a los que atender, de modo que los tiempos de espera son similares, aunque todo marcado por una estampa desangelada, con un aeropuerto prácticamente vacío.
Nuestra primera parada es el Hotel Innside, de la cadena Meliá. Ubicado en la bahía de San Antonio, este cuatro estrellas ha sido renovado por completo en los últimos años y busca a un público joven pero de alto poder adquisitivo. “Hemos abierto el hotel a mediados de julio. Es algo inaudito para nosotros, por lo general abrimos las puertas en la segunda quincena de mayo y no paramos hasta mediados de octubre. Sin embargo, este año la situación es muy distinta. De hecho, solo hemos abierto algunas de las plantas de nuestro hotel y los espacios comunes los estamos operando al 50%”, nos explican en la recepción. Los precios han bajado entre un 25% y un 35%, pero ni siquiera eso ha ayudado a revertir la situación.
Charlamos con el encargado de una empresa de seguridad: “mi tarea consiste en coordinar el servicio de salvavidas en las piscinas de Baleares y de otras regiones del Mediterráneo. Teníamos pocas reservas pero había empezado a mejorar la cosa desde mediados de junio. Sin embargo, el gobierno español ha sido incapaz de implantar protocolos sanitarios simples, sencillos y efectivos, de modo que han empezado a imponerse cuarentenas a quienes viajen a nuestro país. ¿La consecuencia? Muchas agencias de viajes cancelan los paquetes turísticos y muchos turistas que tenían previsto pasar por Ibiza anulan su reserva incluso si no pueden recuperar el dinero del avión. Y lo peor de todo es que antes rematábamos la temporada alta con dos meses relativamente buenos, septiembre y octubre, pero este año vamos a echar la persiana a finales de agosto. Hay muchos hoteles que ni siquiera han abierto sus puertas y en otros nos ha tocado formar al personal para que puedan hacer nuevos servicios”. Los ricos lloran sin fiesta… pero los pobres se quedan sin el empleo soportado por su diversión.
Nos acercamos al Pirenees, que sirve un delicioso menú de comida casera y cuenta con una clientela fiel. Este establecimiento familiar lleva décadas ofreciendo lo mejor de la gastronomía de la isla a visitantes nacionales y foráneos, pero este año es fácil adivinar un cambio a peor en la cifra de negocios. “No queda otra, este es un año de resistencia y esperemos que todo mejore”, nos confiesan antes de deleitarnos con una espectacular parrillada.
En Sa Caleta no se nota la crisis. Su ubicación en el suroeste de la isla hace de este chiringuito un clásico para comer arroz junto al mar. “Estamos sirviendo mesas desde mediodía hasta por la noche, pero sí es cierto que normalmente hacemos eso de lunes a domingo y este año lo hacemos en torno al fin de semana solamente”, nos cuenta su responsable. En Cala D’Hort, El Carmen resiste peor la crisis. Aunque ofrece unas vistas privilegiadas, con un atardecer de ensueño frente a la gran roca de Es Vedrà, este clásico ibicenco está bajo mínimos durante el grueso de la jornada y solo remonta ligeramente el vuelo con la caída del sol. Muy cerca, en Cala Vadella, un turismo más familiar de lo normal parece compensar el vacío que ha dejado el coronavirus en el principal segmento turístico de la isla: el de los jóvenes pudientes que acuden a Ibiza con ganas de diversión y hedonismo.
En Can Pilot las carnes siguen teniendo un sabor especial y la concurrencia queda reservada para entendidos. El churrasco de ternera, las chuletas de cordero… Un clásico en el centro de la isla, a medio camino entre la capital y San Antonio. No es que no note la crisis, pero el bajón es algo menos evidente. También seduce Can Cosmi, un establecimiento familiar que sirve las mejores tortillas de Ibiza. Ubicado a escasos metros de la preciosa iglesia blanca de Santa Inés, es uno de esos secretos que guarda el interior de las Pitiusas.
En la capital, las coquetas calles del centro histórico de Dalt Vila están más vacías que nunca y algunos comercios han echado la persiana. Lo mismo sucede en el puerto, donde las terrazas ya no tienen largas colas de acceso y los ferry que viajan a Formentera lo hacen con promociones de última hora y menos frecuencia de lo habitual. En la pequeña isla de aguas cristalinas podemos apreciar, una vez más, el cambio de paradigma que ha supuesto el covid-19. El Beso Beach ya no está lleno desde el mediodía hasta la medianoche y el parque natural de Ses Illetes tiene pocos visitantes y las restricciones de acceso son las propias de temporada baja.
De vuelta a Ibiza, podemos disfrutar de algunas de sus mejores playas con una concurrencia relativamente baja. Así sucede en Cala Salada, en Salinas o en Cala Conta. En esta última, el arroz a banda de Es Molí de Sal sigue siendo un clásico. La cosa cambia en la Playa d’en Bossa, que parece un desierto tras el cierre de sus bares y discotecas. No hay fiesta en Ushuaia, no hay diversión en la piscina del Bora Bora, tampoco está operativo Hi… La industria de la noche ha tomado 2020 como un año en blanco, de modo que tampoco abren sus puertas locales míticos como Pachá, Heart o Privilege.
Bob Sinclar, famoso DJ y productor francés que lleva más de quince años impulsando algunas de las fiestas más famosas de la isla, ha pasado algunos días por Ibiza para disfrutar de su casa de verano, pero hasta ahí. Otros, como su amigo y compatriota David Guetta, esperan a 2021 con la esperanza de que la actividad pueda reanudarse, quizá con protocolos sanitarios basados en test rápidos. Miles de trabajadores que viajan a Ibiza entre mayo y octubre en busca de ganarse el pan dependen del tirón de estrellas como Sinclar o Guetta, pero este año las luces y los altavoces no se han encendido.
Hasta el pasado mes de junio, el PIB de Baleares cayó un 40%. Durante el conjunto del año, el descenso esperado ronda el 30%. Esta cifra duplica el peor escenario previsto para España. Si solo nos fijamos en Ibiza, el desplome de enero a junio fue del 46%. La economía de las islas destaca por su flexibilidad y su dinamismo, de modo que la recuperación puede ser vigorosa, pero en 2020 es imposible esquivar una crisis de este calibre, debido a la elevada dependencia del turismo que tienen las Pitiusas, Mallorca o Menorca. Las cifras de paro también son malas, porque se han dado aumentos interanuales de hasta un 90% en el número de personas sin empleo.
El regreso a la península ha sido extraño. Dejamos atrás unas islas preciosa de las que este año hemos podido disfrutar de manera muy distinta, apreciando su gastronomía y su patrimonio natural. Sin embargo, también es cierto que el fiasco de 2020 ha condenado a muchos de sus habitantes a un escenario de paro muy delicado. Esperemos que todo mejore en 2021.
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