Algunos de los países que aplicaron un confinamiento más estricto presentan peores resultados, lo que cuestiona la necesidad de medidas tan costosas y severas....
¿Qué países europeos presentan las peores cifras sanitarias en la pandemia del covid-19? Realizar un análisis comparado resulta complejo, puesto que el dato de positivos solo sería comparable si el número de test realizados y las estrategias de rastreo fuesen las mismas, mientras que el estudio de las hospitalizaciones es, quizá, la fórmula más apropiada de medir la incidencia grave de la enfermedad, pero lamentablemente no existe una base de datos homogénea que ofrezca estos datos para toda Europa.
Por lo tanto, la única forma de estudiar lo ocurrido durante el año 2020 pasa por medir la variable más dura de todas: el exceso de mortalidad. Este cálculo toma en consideración el número habitual de fallecidos en los cinco últimos años y lo compara con las cifras del ejercicio en curso.
Si analizamos estos datos, podemos ver que la mortalidad mensual media en Europa ha crecido un 5,62% durante 2020, lo que supone un fuerte incremento en relación con las oscilaciones habituales, que apenas suelen moverse en aumentos o descensos del 1% respecto a la norma.
El sistema EUROMOMO certifica, en cambio, que el ritmo de crecimiento en el número de fallecidos ha sido entre 5 y 6 veces mayor del porcentaje de variación habitual, lo que pone de manifiesto el tremendo golpe que ha supuesto la pandemia desatada por la propagación masiva del nuevo coronavirus.
Cabe preguntar, no obstante, qué países presentan mejores y peores resultados en este índice. Según la misma fuente estadística, hay dos naciones europeas donde el dato mensual de mortalidad arroja, en promedio, una tasa negativa para 2020. Esto significa que la mortalidad no habría aumentado, sino que se habría reducido a pesar de la incidencia del covid-19. Es el caso de Letonia y de Hungría, donde el ritmo de variación mensual del exceso de mortalidad ha alcanzado un -3,11% y un -1,04% durante el año 2020.
También alcanzan porcentajes relativamente bajos otros países de la UE-27, como Dinamarca, Croacia o Bulgaria, donde el aumento mensual medio del indicador de exceso de mortalidad no ha llegado siquiera al 1% (para ser precisos, ha alcanzado niveles del 0,4%, 0,55% y 0,95%, respectivamente).
En la banda opuesta, liderando los niveles de exceso de mortalidad, aparecen cinco países en los que el aumento mensual medio de este indicador ha superado el 10%. Se trata de Holanda (con un 10,11%), Bélgica (con un 11,96%), Italia (con un 12,53%), Irlanda (con un 13%) y España (que se sitúa mucho peor que el resto, con una subida mensual media del 21,38%).
Resulta evidente que la adopción de medidas de confinamiento más estrictas y, por lo tanto, más costosas en términos socioeconómicos no ha tenido necesariamente un mejor resultado en clave sanitaria. Al fin y al cabo, España e Italia fueron dos de los países que adoptaron un confinamiento más estricto, severo y largo durante el primer semestre de 2020, a pesar de lo cual sus niveles de mortalidad han sufrido un aumento mensual medio mucho más largo durante el pasado curso.
El enfoque relativamente suave de Suecia cosecha peores resultados que el promedio de la UE-27, pero el diferencial observado es de apenas tres puntos. Por otro lado, Alemania, que también diseñó una respuesta poco intervencionista, registra un aumento mensual medio de la mortalidad del 2,18%.
Otros países que lo han hecho relativamente bien son Eslovaquia, Estonia, Eslovenia, República Checa, Lituania, Finlandia, Austria, Polonia, Rumanía, Luxemburgo o Grecia, todos ellos con un aumento mensual medio de la mortalidad inferior al promedio europeo y, en la mayoría de los casos, con estrategias sanitarias menos intervencionistas que las observadas en otros países europeos.
Los datos anteriores deben invitarnos a la reflexión. Partiendo de la base de que el 95% de los fallecidos tienen más de 60 años, parece evidente que imponer masivamente una solución tan costosa como el confinamiento ha tenido un coste muy elevado para la producción económica europea, sin que ello se traduzca en unos resultados sanitarios más favorables.
¿Qué lecciones debemos extraer de cara a futuros episodios de pandemia? En esencia, la clave pasa por tomar medidas con más rapidez y firmeza, pero evitando la imposición de costes excesivos al grueso de la población y ajustando las políticas de control sanitario a aquellos grupos demográficos que presentan un cuadro de mayor vulnerabilidad. Además, es importante dotar a los sistemas sanitarios de nuevos planes de elasticidad que permitan disparar su capacidad rápidamente cuando sea necesario acomodar grandes urgencias médicas. Por último, la respuesta económica debe volcarse en flexibilizar los mercados, bajar impuestos y retirar trabas, para evitar que un episodio sanitario termine generando una crisis de producción y empleo que se enquiste en el tiempo y que provoque un empobrecimiento largo y duradero de las familias y las empresas del Viejo Continente.
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