Rainer Zitelmann ofrece nuevos hallazgos sobre el "odio a los ricos" en el Viejo Continente. ...
El advenimiento de la economía de mercado en Europa trajo consigno una aceleración sin precedentes del crecimiento y la prosperidad. Dos siglos después, el Viejo Continente se sitúa a la cabeza del globo en todos los indicadores de desarrollo: reducción de la pobreza, esperanza de vida, renta por habitante, etc.
La modernización propiciada por el capitalismo trajo consigo transformaciones sociales de calado. Las ventajas económicas que antes se lograban con el apellido pasaron a depender cada vez más del mérito, el esfuerzo y la capacidad de emprendimiento. La vieja nobleza fue decayendo y dio paso a una nueva pirámide social, con una burguesía emergente que dio pie al ensanchamiento progresivo de las clases medias.
La cúspide del reparto económico dejó de estar copada por aristócratas o militares y pasó a estar dominada por nuevos empresarios que lograron hacer fortuna a base de comerciar. Autores como Deirdre McCloskey o Antonio Escohotado exploran este cambio social de manera brillante. Las élites de antaño nunca los recibieron de buen grado y a ese rechazo se le sumó poco a poco el discurso anticapitalista que popularizó la izquierda marxista desde la segunda mitad del siglo XIX en adelante.
El paraíso igualitario, no obstante, demostró ser un infierno en la tierra. Cada vez que se puso en práctica la doctrina marxista, el resultado fue ruina y destrucción. De ahí que, a raíz de la caída del Muro de Berlín, la izquierda europea haya abrazado todo tipo de causas antisistema. Como explica Miquel Porta en “La orquesta rosa”, ya no se trata tanto de defender el modelo socialista, sino de socavar el orden capitalista a base de crear una gran coalición de movimientos revolucionarios, sea en el terreno de la identidad y la cultura o en el frente de la economía y el trabajo.
La venganza póstuma de Antonio Gramsci descansa en el predominio que ha alcanzado la nueva izquierda en los medios de comunicación o las universidades. Desde los púlpitos del mundo moderno, el autoproclamado progresismo predica sus ideas regresistas evangelizando en el credo del anticapitalismo, que encuentra en el odio a los ricos su comunión.
De Porta a Mises
Según apunta Miquel Porta, “en este tema hay división de opiniones: hay quien odia a los ricos y quien los envidia como antesala del odio (…). Vivimos en el mejor período de la historia, decía. Pero, desde hace algún tiempo, estamos en una etapa rencorosa, resentida y enconada. ¿Por qué odian a los ricos? Porque, hay quienes -con razón o sin ella- se sienten marginados, humillados, atacados o explotados por los ricos y proyectan sobre ellos una aversión y hostilidad que se manifiesta con un ímpetu vengativo. El odio o la «rabia personalizada», en palabras de Ignacio Morgado en su libro Emociones corrosivas, de 2017. Este es un odio primario provocado por la frustración de quien no ha visto realizados sus deseos, programas o alternativas. Por eso, proyecta la culpa de su fracaso contra quienes sí han podido realizarlos”.
El escritor y analista político recuerda que el odio a los ricos también encierra una profunda envidia hacia ellos. Y, “mientras que el odio suele exteriorizarse, la envidia suele interiorizarse. Pero, uno y otra comparten el denominado schadenfreude. Es decir, el júbilo o alegría maliciosa por el fracaso del odiado o el envidiado. ¿Quiénes odian o envidian a los ricos? Los que han fracasado, los que otorgan la culpa de su fracaso a los otros, los que necesitan un chivo expiatorio a quien imputar sus fracasos, frustraciones y deseos no cumplidos. Los ricos son la imagen del culpable por definición. Y ello, porque los ricos -aseguran quienes odian o envidian- han prosperado gracias a las malas artes: abusando, explotando, expoliando, engañando, estafando, defraudando.
En la misma línea iba Ludwig von Mises cuando escribió textos como La mentalidad anticapitalista de 1956. Esta nueva religión anti-mercado, que poco tiene de amor y mucho de odio, dirige sus iras contra la economía de mercado, en general, y los ricos, en particular. Por este motivo, resulta de especial interés conocer la obra de Rainer Zitelmann, un empresario y escritor alemán que ha dedicado su último libro a estudiar el “odio a los ricos” en las democracias de Occidente.
Midiendo las actitudes sociales hacia los ricos
Joseph Schumpeter preconizó que el fin del capitalismo podría llegar cuando dicho sistema deje de contar con el respaldo tácito de los ciudadanos. En su opinión, aquello sería posible si los formadores de opinión se lanzaban contra las élites empresariales que, a través de la destrucción creadora, propician la renovación y modernización progresiva de la producción,
Zitelmann comparte ese miedo de Schumpeter y, precisamente por eso, ha publicado “Los ricos y la opinión pública”, un libro en el que estudia la imagen de los ricos en Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia y Reino Unido. Sus investigaciones abarcan distintas técnicas: desde sondeos internacionales hasta técnicas de análisis centradas en evaluar cómo se representa a los ricos en las producciones cinematográficas de mayor audiencia.
“La retórica contra los ricos se ha envilecido en los últimos años. Hace escasos días vimos a un grupo de activistas de extrema izquierda colocando una guillotina frente al domicilio de Jeff Bezos, presidente de Amazon. En Alemania escuchamos también algunas referencias veladas a la guillotina, por ejemplo en las protestas contra la gentrificación. Y, más allá de estos ejemplos más extremos, el desprecio a los ricos es algo muy común en las sociedades de Occidente”, lamentó el autor en la presentación de la obra en Estados Unidos, realizada de forma telemática.
Zitelmann explicó que ha calculado “un Coeficiente de Envidia Social para medir la prevalencia de respuestas hostiles al capitalismo. En Francia, ese coeficiente de es de 1,26, mientras que en Alemania llega al 0,97 y en Italia alcanza el 0,62. En Estados Unidos y Reino Unido vemos niveles más bajos, de un 0,42 o 0,37”. No obstante, si analizamos los resultados por franja de edad, la cosa cambia: “el Coeficiente de Envidia Social es de 1,58 entre los franceses de más de 60 años, pero cae el 0,81 entre los menores de 30 años. Los franceses jóvenes son mucho menos hostiles a los ricos que sus mayores. En Alemania sucede algo parecido: 1,37 y 0,79, respectivamente. En Estados Unidos, no obstante, el resultado es de 0,28 y 0,56, de modo que los jóvenes son mucho más reaccionarios frente a las personas de gran patrimonio o salario elevado. En Reino Unido, los datos son de 0,28 y 0,41, de modo que se repite la tendencia observada en Estados Unidos, pero con menos hostilidad entre los jóvenes. En Italia, los valores son de 1,32 y 0,31: sus jóvenes son mucho menos hostiles hacia los ricos, al contrario que sus mayores”.
El rol de Hollywood y las universidades
Según Zitelmann, el cine de Hollywood y las universidades son dos de las correas transmisoras que contribuyen a propagar y difundir el rechazo a las personas más pudientes. “En la academia, por ejemplo, algunos estudios dicen que el ratio entre los profesores de izquierdas y de derechas ha pasado de 3/2 a 12/1 a lo largo de los últimos cincuenta años”, señaló.
“Por otro lado, el análisis de Hollywood que incluye el libro es muy revelador. De la mano de varios colaboradores, he analizado 560 películas, centrando el trabajo en 43 producciones de gran audiencia que giran en torno a algún personaje que podemos considerar rico o de altos ingresos. Por lo general, lo habitual es que se les presente como alguien inteligente pero malvado, mientras que los demás personajes con los que interactúan son todo lo contrario, menos competentes pero nobles y buenas personas. Además, cuando comparas la evolución del personaje desde el comienzo hasta el final de la película, encuentras que el rico suele ir a peor y adopta una conducta cada vez más cuestionable y mala”, añadió.
“Esos mensajes se trasladan a la sociedad. En Alemania, por ejemplo, vemos que el 62% cree que los ricos son ególatras, el 56% les considera materialistas, el 50% opina que no tienen moral, el 49% les ve como codiciosos y el 43% les define como arrogantes. Pero es curioso que, cuando los encuestados dicen conocer a algún millonario, la gran mayoría de ellos los describe en términos positivos. Así, el 71% los define como inteligentes y trabajadores, el 58% como creativos e imaginativos, el 47% como optimistas y visionarios…”, comentó.
Por otro lado, Zitelmann explicó que el odio a los ricos “está muy vinculado a ciertas concepciones de la política y la economía”. De acuerdo con sus investigaciones, “a mayoría de las personas que suscribe un discurso hostil contra quienes más ganan o más tienen opinan también que la economía es un juego de suma cero o que los males del mundo tienen su origen en la desigualdad”.
Mirando adelante, este tipo de estudios se antoja especialmente relevante para entender y ganar la “guerra cultural”. En una Europa duramente golpeada por la crisis y sedienta de crecimiento e inversión, demonizar a quienes más tienen incentiva una sociedad conforme con la mediocridad y susceptible a las políticas populistas de la envidia.
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