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Estudio de William Nordhaus

Los grandes empresarios retienen apenas el 2,2% de la riqueza total que crean

Universidad de Yale

Las grandes fortunas no se crean de espaldas a la sociedad, sino al servicio de ésta, que de hecho es la principal beneficiaria de las grandes ideas empresariales, vía menos precios o mejores bienes y servicios. ...

La Academia Sueca concedió el Premio Nobel de Economía 2018 a los economistas estadounidenses William D. Nordhaus, de la Universidad de Yale, y Paul M. Romer, de la Escuela de negocios Leonard N. Stern de la Universidad de Nueva York. El prestigioso galardón fue entregado a ambos expertos “por sus estudios para integrar el cambio climático y las innovaciones tecnológicas en el análisis macroeconómico a largo plazo".

Al igual que Romer, que llegó a ser economista jefe del Banco Mundial, Nordhaus no era ningún desconocido en el momento en el que se le entregó el Premio Nobel. Quizá su trabajo más conocido, que de hecho le granjeó el reconocimiento de la Academia Sueca, son los modelos en los que integra el impacto de diferentes escenarios climáticos sobre el crecimiento mundial.

Expertos medioambientales como Bjorn Lomborg han empleado sus trabajos para recalcar la importancia de enfocar las políticas climáticas con un enfoque coste-beneficio. No en vano, muchas de las medidas “verdes” que defienden los gobiernos de Occidente tienen un enorme coste económico y apenas arrojan resultados en términos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que contar con modelos como los de Nordhaus es fundamental para realizar estimaciones y lograr soluciones más eficientes.

Pero Nordhaus también es autor de un monumental estudio publicado en 2004 en el que se estima qué porcentaje de la riqueza económica creada por los grandes empresarios termina en sus bolsillos y qué parte del valor creado termina en manos de los consumidores de tales bienes y servicios. Este enfoque es rompedor, porque nos permite comparar la riqueza obtenida de forma directa por los productores con los beneficios que cosechan de manera indirecta sus compradores.

El estudio emplea el término de “beneficios schumpeterianos” y se centra en Estados Unidos, tomando como referencia el periodo comprendido entre 1948 y 2001. Hablamos, pues, de una muestra muy amplia que permite comprobar cómo el mercado ha repartido la riqueza creada por los grandes empresarios innovadores durante la segunda mitad del siglo XX.

Según los cálculos que presentó Nordhaus, los productores del más altos perfil retienen una fracción de la riqueza creada para la sociedad. Así, la fortuna que manejan estas élites empresariales equivale inicialmente al 7% del beneficio creado, mientras que el resto se traduce en ganancias para el conjunto de la sociedad, en forma de ahorros de coste, tiempo, productividad u otras mejoras.

Pero, evidentemente, los bienes y servicios ofertados por estos grandes empresarios se mantienen en el mercado a lo largo de varios años, de modo que el patrón de beneficio inicial se va reduciendo a una tasa que Nordhaus estima en torno al 20% anual. Dos décadas después, estos grandes empresarios retienen apenas el 2,2% de la riqueza que han creado, mientras que el 97,8% restante son ganancias para los consumidores.

Es un profundo error, por tanto, asumir que la riqueza debe ser redistribuida por el Estado, puesto que el valor creado por las empresas se genera necesariamente a base de enriquecer a los consumidores con productos de mejor calidad y/o precio. De hecho, las dinámicas de oferta y demanda aseguran que esa riqueza se repartirá de forma democrática, asignando bienes y servicios de acuerdo con precios arbitrados socialmente y permitiendo al consumidor una gran capacidad de elección.

Y es otro error grave, pues, pensar que las grandes fortunas se generan a espaldas de todas esas dinámicas socioeconómicas, puesto que la única fuente de enriquecimiento en una economía de mercado es el correcto servicio de las necesidades y deseos que expresan los consumidores con sus decisiones de compra.  

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